Hubo días
Para los que la quietud era una
injuria
Donde ningún pañuelo nos lastimaba el
rostro
Días de frutas dispersas por el patio
Donde Padre perseveraba
En reconocerse en nuestro ánimo
Atento a que no llegáramos dispersos
al sueño
Hubo días largos
En que Madre rubricaba con sus
cabellos
El espacio de una casa
Sus talones hacían canción
Mientras se sugería
Para los días y para las noches
En que un contento
Dormiría junto a nosotros
Hoy
Sólo esos días
Someten mi albedrío
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